Crónica del Mar Caliente

Fesal Chain

Observo a la gente acostumbrada, inclusive arraigada en la protesta. A todo. Caminan maquínicos, regularmente, como en ese poema de Vinicius de Moraes "Porque hoy es Sábado". Pero no son las personas las que me llaman la atención, sino yo. Desarraigado de los otros, divorciado, separado. Como quien mira piedras, tierra de patios deshabitados. Soy yo, a quien las cosas ciertas, las sin alma me alimentan más que un ser humano. Es en ellas donde buscó el placer, en ellas hago caer el deseo como una estrella fugaz sobre un campo de trigo. Soy yo a fuerza de desamparo. Pero no el apenado, no el miserable, no el que aúlla comprensiva caricia. No. Soy yo, como quien construye a aquel que luego borrará su cara frente a un público que aludirá con aplausos al amortajado en vida. Y todo pasará. Pasarán las páginas, las palabras en el aire o en la visualidad, pasará mi voz, los ojos volarán, no habrá paisaje, ni pintura, la nada pasará a su vez y el ángel y el llanto o la risa de ayer o de mañana. Como pasan los hombres y mujeres, arraigadas en su respiración, en sus rodillas aceitadas o secas. Pues faltan cien años para el movimiento, para que Cézanne acabe de una vez y llegue el holograma, para que la muerte de millones sea sólo energía fundante, para que él y ella ya no sean más que uno y juegue el caballo sobre el mar caliente, cien años más faltan.

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