Redes y recuerdos



Fesal Chain

Para mí las redes tienen un significado muy preciso e importante, desde ellas emplazo mi trabajo literario y radial. Partí muy temprano en el uso del computador, los años 1986-87, y ciertamente cuando comenzó Internet. A principios de los 80', me acerqué al conocimiento cibernético antes que a las máquinas, por dos lecturas, una el año 1982: De Máquinas y Seres Vivos de Humberto Maturana y Francisco Varela, y la otra en 1984: El Árbol del Conocimiento, también de ambos autores. Luego por la Sicología Sistémica a través de conversaciones con Fernando Coddou y Carmen Luz Méndez, que venían llegando de Inglaterra, posteriormente con Fernando Riquelme del equipo de Humberto Maturana en la Universidad de Chile.

Durante la década de los 90' conversé muy suscintamente con Maturana, luego estudié las Super Carreteras de la Información en textos de Al Gore, y lo que trajo especialmente Fernando Flores desde el MIT con Terry Winograd y posteriormente con Negroponte. También participé de algunos seminarios con Flores y reuniones con su equipo REDCOM y llevé sus conocimientos y aplicaciones a las poblaciones, para potenciar a los inventores populares que construían máquinas. En fin, no son estas palabras un despliegue de mi conocimiento y experiencias, sino un breve repaso de mi pasión, para explicarles, primero por qué tome la decisión de escribir desde las redes (y que en absoluto ha sido sólo por mis limitaciones de poder publicar en papel). En segundo lugar por qué me resulta indignante que en Chile no se entienda hoy a nivel estatal y de la cultura, la importancia de lo digital y su integracion a otros ámbitos,  

Con toda probabilidad es un ejemplo particular, pero leer en las bases de los nuevos concursos estatales de la cultura, que el trabajo literario y periodístico de redes no puede postular a publicaciones o transformarse en libros, es negar todo el trabajo de cientos de escritores y el desarrollo de los medios digitales y de comunidades independientes del poder estatal y privado, en esta era cibernética. Con la justificación de igualar las publicaciones digitales a los libros como originales, no susceptibles de concursabilidad, en realidad se expropia, desde el Estado, la relevancia al medio digital como parte de la comunidad nacional,  y se le obliga a mantenerse en un espacio delimitado, que no moleste, que no vuele al mundo editorial y a otros públicos, que no tenga el mismo status que el libro, que no se mezcle, que en suma no dialogue.

Pues el mundo del Internet, de las redes, de la sistémica, no es como a primera vista aparece, como máquinas humanas ultra modernas supeditadas a la construcción de un espacio o malla de máquinas no humanas interconectadas, y de creación de mensajes particulares e irrelevantes al desarrollo humano, sino que es el espacio masivo y democrático de personas que conversan, crean y recrean socialmente la realidad, construyen el presente y las nuevas posibilidades de futuro. Por lo mismo se sobreponen y superan desde sus identidades el monopolio informativo de quienes desean controlar los emisores, los mensajes y a los públicos. Y que por tanto, tienen derecho a volar donde deseen, mantenerse en espacio digitales o viajar a espacios distintos, y en especial cuando de fondos públicos se trata. 

Es cierto que el Estado no ha constreñido esta posibilidad de modo represivo, pero al impedir la concursabilidad de los creadores y periodistas con textos publicados en medios digitales, igualándolos erradamente a libros como originales como ya he explicado, lo que hace es atentar por una parte contra la igualdad de derechos de acceso a estos fondos, pero, lo que es más grave, contra la libre expresión de muchos chilenos y chilenas en todos los espacios posibles de publicación. Así mi indignación no es fruto de emociones negativas producto de una posición anterior o de mi historia personal o conveniencias, sino que nace de la impotencia de ver como las élites no son capaces ni desean observar a las comunidades y la creación de otros mundos y conversaciones e integrarlos a los espacios de diálogo nacional, tradicionales o no. 

Cuando nos compramos con un grupo de amigos, en ese decisivo año 86' nuestro primer computador Epson, (era muy caro comprarlo individualmente) gracias a un Ingeniero Civil Industrial chileno que venía del MIT que nos aconsejó tener una máquina sólo y sólo si teníamos un proyecto comunitario, al salir de esa reunión con nuestros 20 años, sin idealizar, soñábamos que que la consciencia de millones de hombres y mujeres postergados, y que su futuro y el nuestro, sería más luminoso gracias a este nuevo conocimiento y a las nuevas tecnologías. Que pondríamos al servicio de ellos y de nosotros mismos este mundo nuevo, para una mayor realización humana. 

Sin embargo, hoy veo con pena, que un Estado que se dice reformista, sus tecnócratas, funcionarios y burócratas postergan a quienes desarrollan y crean desde el espacio digital, y que no reconocen el trabajo y la conversación de las comunidades en este ámbito y el derecho de emplazarse a otros espacio sociales e institucionales. Aquí justamente el discurso de los mayores grados de igualdad y de la superación de la exclusión, se cae a pedazos por mantener los privilegios de un mundo cultural y editorial controlador y  cerrado que sólo conversa consigo mismo. Quizás es carencia de biología sistémica o de la falta de la biología del amor de quienes dicen luchar por la justicia social y la igualdad, entre otras cosas.


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