Benjamín Vicuña Mackenna y el General Carlos Prats: contra la fronda y las masas desterradas

General Carlos Prats González, Comandante en Jefe del Ejército de Chile
y su Señora Sofía Cuthbert Chiarleoni


“Pero precisamente esta nostalgia de la luz me da la razón:
ese sentimiento me habla de otro mundo, de mi verdadera patria...”
Albert Camus

Fesal Chain

Vendo libros en el Puerto. Por las tardes camino tranquilo hacia la Plaza con algunos textos viejos. Converso con los hombres y las cosas me hablan. Me gusta este trabajo. Siempre me ha deleitado el estar en contacto con las ideas, con las palabras de autores ya inexistentes o de los escritores y escritoras de este tiempo. Aún cuando deba caminar como el abuelo que fui. Es una manera más que digna de colocarse, al decir de Walter Benjamin, frente a frente a la mercancía que es apariencia y ensueño. Y nombro a Benjamin, pues recuerdo en este instante aquella breve reflexión sobre el Ángel de Paul Klee. Un ser de luz, que le da la espalda al futuro hacia donde justamente va, y que con ojos desmesurados y boca abierta mira al pasado. Que en desamparado veloz viaje, observa las ruinas de ayer, incapacitado completamente de anticiparse a lo que viene. Sobrevivir entre las ruinas es el nombre. Maldito viaje que todo poder no duda en catalogar y clasificar como el anhelado progreso hacia la captura de las cosas.

Y pienso que es tan similar la reflexión de Benjamin a la de Heidegger, que en trinchera opuesta y aparentemente enemiga, nos decía rescatando la alienación en Marx, que el hombre está desterrado, que el ser le da la espalda, y que en la negación de su vida debe descubrir el habitar poético que efectivamente lo configura. O pienso en Camus: “El hombre actual cree que es menester primero liberar el cuerpo aún cuando el espíritu tenga momentáneamente que morir, ¿pero es que el espíritu puede morir momentáneamente?” ¿Quién puede afirmar que estos grandes filósofos, no fueron acallados en su reflexión fundante, por el sable defensor de viejas mercancías, y por aquella masa anónima que besó las manos de los dueños del infierno, que les prometían histéricamente desde sus altavoces, un progreso ilimitado?

Vendo libros. Ya van varios días en que la historia, tal cual la filosofía lo ha hecho en mi vida, me roza la piel. Uno de los vendedores de aquella plaza luchó contra la dictadura como el que más, otro desea escribir sus memorias y las de los torturados de Chile. Otro viaja entre el pan y los brezos. Es la patria voraz que expulsa a sus hijos inconformistas a la calle, a los bordes de la ciudad amurallada donde en su centro enjoyado, la elite se solaza ciega. Era tarde. Los trabajadores guardaban sus materiales en grandes cajas de cartón. Mientras hablábamos de la vida que no fue.

El clan Piñera y sus bárbaras huestes han determinado disminuir las horas de historia en las escuelas de la Patria. Cerrar, a como de lugar, retazos del pasado. Acaso el mismo Presidente colmado de la ideología expansionista del intercambio y de la usura, no recuerda que su hermana es profesora de historia, y que convivió en la disciplina junto a la hija de otro Presidente, el primero post Pinochet y también junto a la hija de un Jurista tan profundamente reaccionario como brillante y notable. Tríada que no es sino la metáfora de ese clan oligárquico y orgánico, que más allá de diferencias políticas o coyunturas, mantiene amistad y afectos familiares y sobretodo a nuestro Chile mayoritario en la penumbra. En una concepción decadente y superficial del relato de la vida, susceptible de disminuirse o aumentarse según los designios de una política chabacana y altisonante, que entre demócratas, mercanchifles y tecnócratas anuncia desarrollos y riquezas.

Era tarde. Mientras hablábamos de lo que no fue, entre los muchos libros guardados, observé uno bello, era el rostro sombreado de Benjamín Vicuña Mackenna en un fondo amarillo oro. Lo compré sin detenerme en su autor ni en su título. La tarde caía como en un hospital, Pezoa Veliz y Manuel Bandeiras me acompañan, en tanto en el café las personas sorbeteaban sus brebajes y miraban por un gran ventanal el cortejo fúnebre de un vecino cualquiera. Tomé el volumen, su título era: “Benjamín Vicuña Mackenna y las Glorias de Chile”, su autor: el General Carlos Prats González. La primera página estaba arrancada, pero en la segunda, una dedicatoria: “ Al amigo Oscar, orgulloso Servidor de Chile, Carlos”.

En estos días en que la barbarie sigue imponiéndose como se ha impuesto en muchas décadas, el pasado me horada la piel. Tengo en mis manos una parte de la vida del que fuera el Comandante en Jefe del Ejército de Chile y Ministro del Interior del Presidente Salvador Allende; de quien fuera asesinado como un perro por las huestes fascistas del pinochetismo y sus pseudos cristianos aliados de ayer, hoy arrepentidos, pero no lo suficiente. Volado bajo las estrellas por el mismo grupo social que ha marcado en sus atenuados hijos gobernantes, el olvido sutil pero persistente y sistemático de los sucesos de la Patria, nada menos que como política de Estado.

Pregunto a los jóvenes y a una señora de edad quién era Carlos Prats González, la señora me mira como un extraterrestre, una de las jóvenes me dice que es un escritor chileno, los otros dos ni siquiera responden, no les interesa. Este es el pueblo que han formado ellos, en su falsa memoria, congoja y humanismo.

Por la noche leo el texto en que el General Prats cita a Vicuña Mackenna. “No hemos vacilado, por consiguiente, en escribir las historia de los hombres, puesto que otros han escrito las historias de las cosas. Y era preciso que se entendiera bajo este concepto la difícil misión del historiador. Hasta aquí sólo se ha tolerado de buen grado el que hubiera en nuestra literatura cronistas áridos o biógrafos indulgentes, preocupaciones lamentables, porque ¿qué otra cosa es la historia sino el trasunto de las acciones humanas en todos sus significados íntimos o exteriores, en su audacia desembarazada como en sus arcanos impenetrables, en su noble y responsable franqueza como en las tímidas excusas de su cobarde egoísmo? Por eso cada capítulo de la historia es la vida del hombre, y la historia misma, puede decirse así, no es sino la vida de la humanidad. Por eso también, buscar al hombre, desenterrar sus cenizas sin profanarlas, exhumar su pensamiento y su corazón sin lisonja ni calumnia, estudiarlo en todas sus fases (...) es trazar la existencia misma de una época con todas sus sombras y sus espacios luminosos y hacer revivir como en un cuadro animado la sociedad, el pueblo y los gobiernos que las generaciones, esas lápidas mudas que se van renovando periódicamente sobre el vasto sepulcro del linaje humano, han ido cubriendo y olvidando. Tal manera de concebir la historia no hace de ésta solo una enseñanza, constituye casi una resurrección”.

Vendo libros y al apagarse el día, miro las mercancías como ruinas, y sé ciertamente que la masa anónima también es mercancía, y siento una triste rabia. Autoridades arrogantes y un pueblo idiotizado dan la espalda a su espíritu, viajan entre las cosas como cosas, como rastrojos humanos, con los ojos desmesurados hacia un futuro promisorio de tan sólo riquezas y bienes, ignorantes de aquello que destruyen, que no es sino la única esperanza posible, la anhelada resurrección de los hombres.

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