El espíritu


Fesal Chain

"De acuerdo, no hicimos nunca el temporal”, como dicen los versos de Santiago del Nuevo Extremo, en esta tierra para siempre cerrada, tierra quemada de un país que a pesar de todo amamos, deambulando sus senderos sin poder transformarnos y transformarlo.

Parecen ustedes no buscar nada, pero no es cierto, buscan aquella patria que ya no existe, sino en vuestros corazones. Y paradojalmente, lo hacen recordando aquel tiempo en el que vivíamos en el miedo extremo y del que somos sus sobrevivientes. Porque esas horas negras tenían espíritu. Si alguien era fustigado, nuestras emociones latían y volaban como un corazón alado enorme. No aquel de la caridad teletonesca, vil negocio, sino como hijo del horror, que cual motor de disposiciones corporales jamás buscó beneficios y siempre estuvo dispuesto a pagar todos los costos en pos de la libertad mayoritaria y el futuro heroico.

Tierra enferma. Porque aquellos que dieron su vida y vencieron toda parálisis, jamás pertenecieron al imaginario. Fueron y son en el discurso nacional, los sempiternos parias. Y así, la pregunta se repite en el inconsciente colectivo: ¿Dónde está el espíritu entonces?, ¿acaso siempre estuvo muerto bajo el reinado de un cuerpo atiborrado de bienes o que cree llegar a obtenerlos a cualquier precio?

Los árboles florecen y el mar a veces calmo a veces tempestuoso, permanecen. El mundo completo tiembla y deja a sus hijos palpitantes entre escombros. Mientras unos y otros trabajan día y noche por derretidas mercancías. Algunos aman, algunos entrelazan sus cuerpos sólo por ansiedad y placer. En tanto los ignorantes y conformistas de la historia, nos des-gobiernan en función de utilidades.

Y probablemente el odio que es hijo del miedo aparecerá. Frente al sistema completo y perfecto, como un buen aceitado mecanismo alimentado por la usura y el consumo, algunos amantes de la tierra y de la patria, buscarán venganza, y ya no el fundamento ni la palabra, sino el acto. Entonces el suicida de ayer, el que viera todos sus caminos cerrados, el que no logró la unidad en sí mismo ni en los otros, se transformará en el destructor de un presente fatuo. El incapaz de politizar al cuerpo herido, revivirá la sangre de un pueblo a fuerza de más sangre, de aquella que se enseñorea con sus lujos y riquezas.

¿O todo lo anterior no es más que ficción y ya no existe siquiera el odio? ¿Y a quien le importa esto realmente? Los árboles florecen y el mar a veces calmo, a veces tempestuoso, permanecen. El mundo completo tiembla y deja a sus hijos palpitantes entre escombros. En tanto por siempre, unos y otros trabajan día y noche, por algunas blandas mercancías e incólumes ganancias

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