Crisis y oportunidad


Fesal Chain
 

Es evidente que estamos en una crisis global como país y que es a su vez una crisis personal, comunitaria y social. Por eso entre otras cosas, a pesar de observar el pasado como horroroso y lleno de pérdidas, vemos también el pasado aún más pasado como ideal o al menos como un mejor lugar. Pero no vale la pena negar lo que vivimos. Y claro, cualquier cosa que se diga o se escriba, se leerá como una cuestión meramente política o de toma de posiciones, pero asimilarlo así tiene más relación con lo conveniente que con lo reflexivo. Conveniente con el lugar que se ocupa en la crisis, o conveniente para no sentir el dedo en la llaga pues eso a nadie le gusta. 

La crisis es de gobernabilidad, es decir de desconfianza en cualquiera que se elija o se auto nombre como representante y en el sistema político en su conjunto. Es desconfianza en la economía ya no sólo como posible espacio de redistribución y protección, sino también de crecimiento. La crisis es social y comunitaria. Pues ya nadie está muy interesado en convivir ni en armar proyectos colectivos. Y también hay desconfianzas. En que lo que diga o haga el otro no sea más que una mascarada, una especie de propaganda carente de sinceridad y más bien llena de imágenes de auto promoción.

La desconfianza nace de la realidad. Es decir que los de arriba, no solo los económicamente dominantes, sino que los que son o se arrogan ser dirigentes de algo, no cumplen sus promesas y no lo harán. Están muy acostumbrados a eso. A discursear para salir elegidos y listo. Y luego llenar la agenda, el relato o como quieran decirle, de preocupaciones lo suficientemente ideológicas o de temas intra clase política, que no tocarán jamás las preocupaciones bien concretas de las personas. 

En cuanto a la economía se pedirán cifras, pero yo los invito más bien a mirarse a sí mismos y cómo están viviendo. Las cifras son para los Ministros de Hacienda y los empresarios, pero las carencias, angustias y la falta de un mínimo de protección social, es para quienes vivimos como un mero reflejo numeral o estadístico de las arengas técnicas del Ministro. Todos los gobiernos hacen lo mismo. Ven su vaso macroeconómico medio lleno, cuando la mitad vacía alimenta al ciudadano. Pero las cifras están y aún desde la mirada neoliberal y monetarista son muy preocupantes.

Y de la convivencia ni hablar. A nadie le importa mucho el otro sino en la medida que consume lo de uno, ya sea bienes, servicios o ideologias, pero eso es histórico. O les importa cuando está muerto y para rendirle homenajes. Pero si cuando estuvo vivo fue marginado, suprimido o limitado, bueno eso se sabrá después, para cuando se construya su biografía heroica de ejemplo de lo que muchos jamás harán. Total, se trata de progresar, vender tu oferta y de nuevamente llenarse de palabras hasta el hartazgo sobre la igualdad, la fraternidad, la cultura y todos esos valores que te dejen bien llenita el alma como alguien digno.

Es bien duro asumir, que más allá de la realidad particular de uno, el país y sus habitantes no dan para más. Que lo que ayer se prometió no se cumplirá, que los que dirigen no tengan las mínimas capacidades para al menos negociar ciertos avances. Y que más encima manoteen el erario público. Y que los dirigidos se contenten con símbolos. Es muy duro asumir que pasamos del fuego solo a la sartén y que probablemente pasaremos de la sartén al fuego.

Y les aviso que las luchas identitarias, tan queridas por algunos de ustedes y en especial por quienes creen en el progreso social, nunca serán más importantes que las luchas por el trabajo, el pan, la vivienda, la salud, la educación, la seguridad y una vejez digna. Eso tan antiguo como la humanidad, es bastante más sentido por aquellos que los mismos identitarios progresistas denostan como pueblo sin consciencia o fachos pobres, así es no más, aunque las identidades privilegiadas se enojen. La oportunidad es no enojarse y ver al diablo al blanco de su ojos.

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