Mi padre, mi hijo y yo


Fesal Chain 
especial para SITIOCERO

Tengo 56 años. Mi hijo tiene 30. Para el Golpe de Estado mi padre tenía 35 años, es decir un poco más que mi hijo hoy. He escrito suficiente sobre ello en especial en mi novela LOS INFELICES. Tres generaciones completas y Chile sigue estando enfrentado en al menos dos bandos, los golpistas y antigolpistas, los que legitiman el 11 de septiembre y quienes no. Los que ven en la Unidad Popular un proyecto de justicia social y liberación y quiénes lo vieron y lo viven como el caos total y un ataque a la república demo liberal.

Nadie con dos dedos de frente puede negar el bombardeo a La Moneda, al Presidente muerto, la represión indiscriminada y los 17 años de dictadura: de terrorismo de Estado, de crímenes, torturas y desapariciones. Quienes lo hacen o fueron cómplices, o lisa y llanamente son unos ignorantes de la historia.

Los proyectos e ideologías pueden estar en lo correcto o no, pero es posible observar y vivir la historia como la de dominados y dominadores. Pasa en todo tiempo y lugar y en nombre de distintos modelos. Creo que mi papá me enseñó sobre todo aquello. Que bien vale estar con los perseguidos y no con los perseguidores, con los fustigados y no con los bárbaros y que no importa demasiado la eficiencia, la eficacia o la perfectibilidad cuando se trata de humanizar el mundo.

Allende no fue perfecto, cometió errores, perdió la capacidad de mando, en fin, fue un hombre contradictorio en el tráfago de los sucesos, pero leyendo sus discursos, viendo los videos de la época, es posible decir que albergaba grandes ideales, los de un socialismo en democracia, pluralismo y libertad, una utopía post moderna en un país que ni siquiera era moderno. Fue un hombre cabal. No dudó jamás en impulsar su programa y menos dudó en defenderlo a sangre y fuego. Muy pocos fueron los que lo acompañaron e hicieron carne la dignidad y el coraje.

Dicen que relevar lo anterior es ponerse en una dimensión mítica. ¿De qué están hablando los verborreicos? Proclamar este hecho no es más que colocarse en la vida tal cual se dio. Es elevar lo único posible de elevar. Al ser humano, al hombre y a la mujer íntegra, valientes, luchando por la libertad y los sueños tan rápidamente conculcados por los dueños del mundo y los amantes del dinero.

Mi padre no se recuperó nunca del Golpe. Pero no meramente de la dimensión política de la pérdida de un proyecto, sino de la pérdida de lo civilizado, de lo humano, de la inteligencia y de la cultura. De que la vida era harto más que hacer las cosas bien para acumular. No sé recuperó de la barbarie simplona. Parece que yo tampoco y de mi hijo sólo puedo decir que recibió un mundo a contramano de su sensibilidad profunda.

¿Ganaremos alguna vez los que estamos en contra de la fuerza bruta, de las dictaduras de todo signo, de la eficiencia y eficacia militarizada o del dominio y sus funcionarios como casta? ¿Ganaremos quienes creemos que los seres humanos son más importantes que los sistemas que dicen defenderlos? No lo sé. Quizás ya ganamos, en tanto nuestro legado será seguir reproduciéndonos por generaciones y no dejar jamás que nos exterminen como si no hubiéramos existido nunca.


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