La U, mi padre y yo




Fesal Chain

A mi padre que me enseñó a ser un romántico viajero

Recuerdo mis siete años, el primer partido de fútbol que vi fue en el Estadio Nacional, Colo-Colo '73, junto a mi padre. El fue quien me enseñó que lo importante era ver y reconocer el buen fútbol más allá de nuestras adscripciones particulares. Eramos de la U y ahí estábamos los dos viendo a ese equipo monumental en plena gradería norte. 

Tampoco me avergüenzo de decir que salí a celebrar la Copa Libertadores de Colo-Colo '91, porque fue el primer triunfo internacional de clubes de un equipo chileno en la historia . Durante más de una década fui todos los fines de semana junto a mi papá a ver a nuestra querida U, desde el año 1976 en adelante hasta por lo menos el año 1989, cuando bajamos a segunda. Y seguí cada partido en los potreros, escuchándolos en mi vieja radio Aiwa. Y vimos juntos a nuestro equipo asaltar todo cielo por primera vez en mi vida de hincha, 25 años después de un último título, que era como un recuerdo entre neblinas, al menos para mi. 

En esa confraternidad de la pasión y la esperanza, reímos y lloramos juntos, y no está de más decir que más nos angustiábamos que celebrábamos. Pero eso no importaba, no importaba si la U jugaba bien o mal u obtenía pequeños o grandes resultados, porque para ambos lo que contaba era el espíritu de sacrificio y de lucha, el esfuerzo por ir más allá de bienes materiales o trofeos, era y es tal como dice el Himno: "ir más allá del horizonte, do remonta la verdad". Era y es "sonreír con el alma prendida en el amor". En el amor entre los dos, y en el amor a un estandarte, azul como el cielo, azul como el mar. 

Y sigue siendo así, mi alegría y la de mi padre, no fue ni es la alegría de los logros, sino la dicha enorme de saber que siempre puede salir el sol después de vivir largos años en las sombras o después de empaparnos en las graderías viendo perder y sufrir a nuestra oncena. Aunque ya no vamos al estadio, cada vez que nuestra U nos da alegrías, nos comunicamos, y él y yo vivimos desde lejos, lo mismo que vivíamos en los viejos estadios cuando nos abrazábamos y como dos sentimentales llorábamos por un gol, por un triunfo o por una derrota. Así, mi papá en su amor a la U que compartió domingo a domingo conmigo, me amó profundamente, me regaló valores eternos y me enseñó a ser todo un hombre, un romántico viajero.


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