Desde Truman Streckfus Persons


Fesal Chain

Si hay una novela que cuando muy joven me estremeció, fue “Others Voices, Others Rooms”, de Truman Capote, traducida al castellano como “Otras voces, otros ámbitos”. Tal cual lo comenta Pati Hili en su entrevista al autor para The Paris Review, éste es “un libro profusamente ataviado con los elementos grotescos de la tradición gótica enmarcados en el ambiente de los estados sureños de Norteamérica.Refiriéndose al método del autor, Carlos Baker escribió: Capote sabe que, en una de las condiciones del espíritu humano, el sonido de una voz puede marcar toda una época, y la intuición de algo o de alguien que respira al otro lado de la pared en una habitación contigua puede llevar a quien lo escucha al borde del cataclismo.”

Bueno, el texto hay que leerlo, sin embargo la historia inaugurada y dominada por la llegada de un niño de una madre recién muerta, a una casa con habitantes completamente desconocidos para él y con un abuelo omnipresente desde su ausencia visual, (está en una pieza del segundo piso acostado y sólo se comunica con “la servidumbre” negra a través de una pequeña pelota que deja caer por las escaleras), es en sí misma una metáfora extraordinaria de la vida, y desde aquello que nombraba Sartre como el marco general de la existencia o su condición sine qua non, la soledad humana. Desde las condiciones de la llegada del niño, desde los personajes que lo rodean y desde esa respiración ausente al otro lado de la pared, desde todo ello para adelante, los que suceda después, a los ojos del lector realmente importa muy poco. Como poco le importa al niño. El lector y el protagonista están signados por la misma escucha al borde del cataclismo.

No es deseable el imponer ningún deber en esto de escribir, o algo así como sus reglas de oro, pero si se puede decir de otro modo, toda literatura que nos interpela nuestra propia existencia desde un misterio y desde una tragedia irremediable, y que se nos aparece en su significante igualmente oscura e inexpugnable que los fenómenos que relata, es decir que nos atemorice mínimamente frente a nosotros mismos, es a no dudar, la literatura verdadera, la que al paso del tiempo perdido de los hombres y mujeres, perdura como el aire enrarecido que nos rodea.

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