Hablar en serio

Fesal Chain

Hablar en serio no es hablar muy serio, se puede hablar o escribir en serio con bastante humor o ninguno, en el segundo caso se trata entonces de hablar en serio seriamente y con el ceño fruncido, en el primero, en serio, pero con cierta simpatía e incluso si el personaje es mas o menos inteligente, con cierta ironía, pero no del tipo hiriente, sino aquella que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se expresa. No hay que confundir profundidad con mal humor, muy típico de Chile, donde hablar de cuestiones que deberían importarnos es casi siempre sinónimo de enojo. Es tan así, que muchas veces los chilenos y chilenas que se enrabian empiezan y terminan hablando sin ninguna profundidad de temas bastante poco importantes, como la endémica actitud superficial de los políticos. En las redes es muy común, todo va bastante bien, con cierto dejo de fundamento, para terminar con "hijos de puta", "son una mierda" o exabruptos mayores, como si esos garabatos reafirmaran toda la mínima lógica anterior y convirtieran un tema soso en algo fundamental. 

Y lo más propio de la identidad nuestra que no es tan difusa, podría ser esto de tener humor solamente cuando se trata de reírse de modo hiriente de los demás. El sarcasmo. Es decir que en todo el territorio nacional ( no tan nacional ahora que estamos esquilmados), se confunde humor con burla. De lo que he escrito se desprende a su vez que hablar en serio con ironía es quizás más inteligente que hablar con rabia o con enojo, sin embargo también hay chilenos que son muy mordaces pero carecen de análisis, es decir que usan ese recurso retórico para esconder su incapacidad congénita o no educada. 

Todo esto a propósito de algo muy distinto al tema en cuestión. Leía hace poco una columna de Vargas Llosa (un concha de su madre para la mayoría de los vociferantes que lo ven como un político más y no como el Premio Nobel de Literatura que es) donde contaba su relación con Julio Cortázar (ese huevón sí pues, porque estuvo en Nicaragua, dicen los mismos que ven políticos en todas partes, los mismísimos que olvidan el radical alejamiento del susodicho con la Revolución Cubana) y en la cual decía literalmente: "En los casi siete años que viví en Francia nos vimos muchas veces, en su casa, en la mía, en los cafés, o en la Unesco, donde ejercíamos como traductores". Miren la tontera, andar pagándole a un par de escritorcillos como esos una demasiado larga estadía en París, para que pudiesen echar a correr la pluma de ganso sobre páginas amarillas mientras bebían café o carísimos licores, miren qué pérdida de tiempo y recursos para la humanidad trabajadora. Qué rabia me da esa actitud de los editores y organismos internacionales de la cultura de hace cuarenta años, qué mal paridos eran, para malgastar el dinero de otros y traspasarlo a un par de ociosos. En cambio hoy, como debe ser, se han convertido en fantasmas, para que la invisible mano del mercado nos aliente a pagarnos nosotros mismos la posibilidad de escribir por las redes sociales y en la propia casa, en vez de andar dando vueltas por parajes extraños como burgueses pedigüeños y vagabundos.


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