La cultura sin cultura

Fui a la Quinta Normal a ver a Altertango, gran grupo mendocino que ha renovado el tango bonaerense y la milonga. Son amigas de hace tiempo y bueno quería rememorar ciertos encuentros que bien valen para otra crónica. Eran las jornadas culturales del Consejo Nacional de la Cultura. Gratuitas. Más allá de los Alter, me fui a recorrer la Quinta. Me encontré con un amigo músico. Le comenté lo pobre del espectáculo, lo ausente de gusto en toda su extensión y la falta de público y de artistas. Me dijo que estaba durmiendo en la casa y lo habían llamado durante la tarde. Le habían ofrecido 50.000 pesos por cantar tres temas. Y como vivía cerca, él había accedido. Yo le retruque que a veces bien valía no ganarse unos pesos, si era para avalar pseudo jornadas culturales, que más bien parecían acarreo electoral para la tercera edad. Me miró con cara de sueño y me dijo que no le venían nadita de mal. Otro conocido de los tiempos de la Universidad andaba de fotógrafo "free lance" de la Ministra. Justo cuando ella abrazaba a una guagua, detrás se estacionaba un tremendo bus de pacos. Yo le dije, saca la foto ahora. Me miró y me dijo: ¿Tremenda imagen no? El recorrido por la Quinta fue cada vez más cancino. Entre los mismos "libreros" de siempre vendiendo las mismas "obras" universalmente viejas, el sanguche de potito, los banderines de los equipos de fútbol, pajaritos a cuerda,tiras de papel para acrobacias, alpargatas a 500 y cervezas, me fui hundiendo en el fango cultural concertacionista, hasta decir basta. La Quinta, por otra parte seguía siendo la misma: Los niños como siempre bañándose en las piletas barrosas, las parejas en el pasto abrazándose y besándose y los borrachos bailando al son de la cumbia neo, mientras el aparato cultural de agitación y propaganda del estado desplegaba equipamientos de última generación para escuchar a una Cecilia sin voz, a unos grupos de hip hop y rockeros desconocidos que electrificaban el aire, entre el griterío de los mercanchifles y de la Ministra, que voz en cuello presentaba como el señor Corales a: ¡La orquesta y coro de Melipilla y a nuestra querida Shlomit Baytelman cantando y recitando a Grabriela Mistral! Yo el ingenuo de siempre, buscaba alguna plazoleta de la literatura y que sé yo, a algún poeta recitando. De tanto buscar y buscar y de dar vueltas y vueltas repitiéndome los platos de la misma ensalada vinagre, me encontré con la puerta de salida y salí corriendo, poseído por una angustia que sólo se me ha quitado en la soledad de mi casa y escribiendo esta nota para ustedes.

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