La libertad soñada

Fesal Chain En una vieja casona, en 1978 escuchaba a Ubiergo, en uno de esos discos 45: Cuando Agosto era 21: "Cuando Agosto era 21 la encontraron boca arriba con la mirada perdida y su viejo delantal y en el bolso de colegio dibujado un corazón que decía tú y yo… que decía tú y yo…", tan parecida a Quien mató a Carmencita de Víctor, escrita en 1969: "Su mundo era aquél, aquél del barrio Pila de calles aplastadas, llenas de griteríos su casa estrecha y baja, ayudar en la cocina mientras agonizaba otros se enriquecían. Los diarios comentaron: causa desconocida..." Reflejado en sus canciones pareciera que Chile, como en una marina de pintor pobre, realmente no se moviese. Hoy, me observo reflejado en una tetera de aluminio y a la vez miro Valparaiso por una larga ventana que muestra más cielo que mar. Y recuerdo que mi juventud fue una esperanza, una permanente esperanza. Del infierno cotidiano de la dictadura inclemente, de ese "arrastrar el calor del basural", iba en un futuro cercano "con mi voz de plata a romper los cristales y hacer todo temblar" como en la canción de Los Tres. Pero la vida no es como decía Víctor, estar meramente volcado hacia afuera para reconstruirse por dentro, no. El ratón que corroe la pared de esta casa de un puerto que muere egocéntrico, también rasgaba permanentemente mi ser. Ese ratón que todos llevamos dentro y que muchos niegan, y que los menos, los cínicos, esconden eficientes, como quien esculpe una máscara de yeso sobre el rostro confundiéndolo. Mi generación trato de hacer volar el cielo de Chile y a unos cuantos monstruos que aún sagrados se pasean por la polis enclenque. Nada de aquello sucedió, volaron nuestras cabezas, nuestra sangre se coaguló en las veredas o en medio de la calle, y como en una marina de pintor pobre, este Chile donde de cuando en vez se remecen los humanos y la tierra, realmente no se movió, ni hubo tempestades cuchillo bajando de las cordilleras de la venganza. Así ha sido realidad. Puedo decir que no me gusta. Puedo decir lo que quiera, pero la realidad adjetivada, se mantiene oscilante e incólume. A estas alturas dudo profundamente si lo ordinario, lo cotidiano y lo vulgar, es aceptar de modo egoísta que la vida se mantendrá siempre igual o vociferar que se adecue a nuestros deseos. Acaso nuestros sueños como escribió Goya entre alimañas, producirían materiales más horripilantes que la misma realidad que de modo tan tradicional, renegamos día y noche. Y aquí estoy, reflejándome en la tetera de aluminio, junto a ustedes que esculpen sus máscaras para esconder sus ratones máscandoles las entrañas. Ustedes, que salen a la calle o se esconden en sus casas como yo, y que turbados por el mundo, prefieren no hacerse tantas preguntas, para no sufrir en demasía. Pues ya es suficiente la vida en el mundo de la necesidad, que va ocupando todos los rincones y restando todos los tiempos mientras envejecemos. Hoy a la par que el cañonazo anuncia las doce del día, la libertad soñada va creciendo en tus entrañas o en las mías, preparando la frustración o la inmovilidad futura, o quizás, la mañana del lobo, que anuncia el odio que arrasará todo, de una vez y para siempre.

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