Vuelo de Aguila
Soy una pequeña energía sin cuerpo, que recorre desde lo alto un puente colgante de madera, tal cual lo haría un águila (mi apellido en castellano significa águila). El río helado y caudaloso mueve una rueda de molino. Continuo bajando y entre el follaje húmedo y verde musgo, se esconde una casa antigua con ventanales brillantes que me espera hace muchos años. Ahora sigo bajando en picada como si fuese a atrapar una presa o más bien succionado por una fuerza mayor a mi propia voluntad de fugaz vuelo. Entro por la única ventana abierta de la casa y observo una mesa de vidrio ovalada, (sin dejar de tener toda la visión del puente, del río, del molino, del follaje y de la bóveda del cielo), sobre la mesa una tetera roja de loza, de esas que conteniendo agua caliente, a la vez humedecen en un vaso interior largas hojas de te, también de color rojo. Entonces, transformándome de súbito en un delgadísimo hilo de gas, penetro a la vasija caliente. La mujer sonríe sola o quizás está con otra mujer. Se sirve la taza de té y la lleva a sus labios carmín. Y así he entrado en ella por su boca que se endulza y ríe. Al comparar su rostro, que hoy veo en esta fotografía antigua y velada, con el recuerdo de la única vez que fui águila rasante, reconozco entonces a mi madre.