Auto retrato sin mitología


Siempre trata uno en literatura, incluso cuando se trata de auto retratos, de hacer cierto tipo de mitología, de uno mismo como personaje, y de la vida que nos tocó vivir. Yo he pasado por muchos procesos en donde he tenido que ver mi realidad al blanco de su ojos. Sin mitos, sin mentiras, sin engaños. 

Me parece que es la transformación personal de la que hablan ustedes, la he hecho para comenzar nuevamente a transformar, como ustedes también dicen, los procesos y las estructuras, me siento ahora más preparado que ayer. 

Tuve que ver mis oscuridades y perdonarme y perdonar. No fue fácil el camino, porque como dice el poeta no hay camino realmente sino los pasos que damos. Yo participe de la generación de los '80, en el MDP de la Universidad Católica de Valparaíso, en el ARCIS donde hicimos la memorable Rosa Blindada, en el MIR único y cuando ya no lo era, en algunas de estas orgánicas tuve responsabilidades importantes, no públicas y bueno las tomé acorde a mi edad y a mis fortalezas y limitaciones. 

En ese trayecto, la mitad de mi vida, vi morir compañeros y aún en estos tiempos a otros los veo caerse en el fragor de la existencia y a algunos resistir. Mi historia es la de un joven de los '80 que dio una pelea sin transar contra la dictadura, pero que siente hoy con el paso de los años también, que no dio lo suficiente, acaso sea una culpa inmerecida, producto de ver que tantos y tantas dejaron sus vidas o sus cuerpos torturados en la lucha fratricida. 

A veces, mágicamente, no quisiera que hubiéramos nacido en la turbia represión más cruenta, esa que nos enfermó y nos debilitó lo más sagrado nuestro, pero que no fue destruido. Nosotros la generación que fuimos niños en el golpe, que leíamos Mampato o Cabro chico, que veíamos Tevito y Música Libre, ya veníamos como dice Lemebel, con la alita quebrada y a pesar de eso, fuimos silenciosos ayudistas o parafernálicos encapuchados o duros militantes, duros cuadros y también blandos locos lindos que paseaban su cuerpo enclenque en el Trolley y en El Castillo, bailando tomando y fumando una cierta decepción y angustia del ser. Fuimos todo eso. No fuimos ni ángeles ni demonios, fuimos seres humanos. 

Yo he tratado de buscar fotos de mi estadía en la noche oscura de la dictadura, cuando salí en un afiche cuasi homenaje o en alguna manifestación del hambre, de los degollados, de los quemados, de los hermanos Vergara-Toledo, del funeral de Jécar, no encuentro ninguna. Porque también a la vez que organicé ciertas cosas, fui un ser anónimo y uno más de la calle, en San Miguel, en La Florida, en Fleming o en la Exequiel Fernández o en Las Condes, donde era más fácil esconder lo prohibido. 

En fin, esta carta es desde el corazón, desde el orgullo de ser un joven de los '80, de la pena pero no del derrotismo, del tremendo coraje pero no del odio. Hoy soy papá de dos hijos maravillosos, Elías y Fernanda, convivo con mi pareja en el viejo barrio Mapocho, hago empanadas para vivir y clases de sociología en un Instituto donde los jóvenes no son tan distintos a lo que fuimos nosotros. 

Me he reconstruido, poco a poco, paso a paso. Participo en política acá en Cerro Navia con jóvenes de 20 o 25 o menos que creen en lo mismo que creíamos nosotros y que también se ven traicionados por los señores de la política de siempre. Soy escritor, soy poeta, soy nada menos que todo un hombre, con mis rebeldías de siempre, con mis valentías y con mis temores en esta sociedad cerrada y prejuiciosa, conservadora y de mentira. 

La ideología no ocupa gran lugar en mi vida, no es lo que me mueve realmente para ser un inconformista y seguir luchando, me mueve el amor y el querer también recuperar algo del tiempo de ayer, porque fue épico, pero fue de pérdidas y abandonos de los demás y de uno mismo. 

Probablemente algunos tengan un juicio diferente y yo sea demasiado descarnado sobre mi realidad y de la vida que vivimos, pero sé que luché y gané experiencia y que ahora es mi tiempo nuevamente, porque no he muerto, es mi tiempo de luchar con más consciencia que ayer, con mas inteligencia, con mas amor a los demás y a mi mismo, por que hoy, soy más hombre que ayer, y sigo pensando como en aquellos tiempos, en que nacíamos al sueño maravilloso y siempre por construir, de la igualdad y el amor entre los hombres y mujeres de esta patria aún inexistente.


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