Una carta


"Y si hoy estamos aquí es porque somos vencedores

y porque no descansaremos
hasta que el ejemplo de los nuestros
se convierta en una sociedad justa,
con hombres plenos construyendo un verdadero paraíso".
Jecar Neghme.



Jecar, con quien en mi juventud compartiera algunas mínimas tareas en la lucha contra la dictadura, no fue mi amigo, como lo dije hace algún tiempo en una crónica en las "Historias que podemos contar", fue un compañero,fue nuestro carismático hombre público, fue una pérdida irreparable para nosotros, fue un golpe acaso mortal para ese MIR que renacía de las cenizas y se ponía crecientemente, de a poco, a la cabeza de las luchas democráticas y populares.

Jecar, esa noche cuando me avisaron de tu muerte, sentí un escalofrío recorriéndome el espinazo, un dolor punzante en la garganta y cada vez que leo la Elegía a Ramon Sijé, de Miguel Hernández, me apeno, me escondrijo en la parra de mi patio y te veo sarcástico en las asambleas de La Placa, conversando en el viejo café, allí por Huérfanos o leyendo tu tremendo discurso en el Cariola y quisiera también "...minar la tierra hasta encontrarte/y besarte la noble calavera/y desamordazarte y regresarte".

Y déjame decirte, que lloro, como cabro chico, cuando escucho Pájaros de Arcilla, de Congreso, la canción que al saber de tu asesinato, puse esa madrugada del 4 de septiembre, por inercia, "y allá en las altas copas florecidas, vuelvo a escuchar tu canto, hermano mío...". Hoy la he puesto nuevamente,la estoy escuchando y ese maldito día, me revisita con su manto negro.Pero también al ver los almendros en flor por mi ventana, tu presencia se me viene, riendo, en las páginas de Apsi, junto a las fotos del Pato Lucas, que tanto te gustaba.

La mañana de tu funeral, marchamos más de 15.000 por las calles de Santiago. Desde el golpe de Estado, nunca se había visto tanto MIR reunido y tanta bandera rojinegra enarbolada y nosotros jóvenes aún, con un cartel que nos complicaba la marcha y nuestro afiche con tu nombre. En la tumba en que te dejamos todos, todos, se escuchó un temblor y una rabia sorda, cuando tu cuerpo entró al nicho frío y solitario.

Pasaron muchos años, para que las generaciones más jóvenes te recordarán y te mantuvieran vivo, que bueno turco, que bueno que así sea. El poema que te escríbí hace algún tiempo,CRÓNICA POÉTICA DOS DE LA ERA ROBÓTICA (O Jecar peleándole a los equilibrios), tiene un dejo de amargura, cuando lo escribí, habían sacado el pequeño monolito, si así se puede nombrar, que los viejos compañeros habían puesto cerca de calle Bulnes. Hoy acaso no requieres monolitos, a pesar que pueda sonar un tanto trillado y usado, no los necesitas realmente, porque turco querido, desde esa noche en que acribillado por los perros, quedaste tumbado mirando las estrellas, tú, Jecar,paisano y compañero, vives en el corazón del pueblo.


***


Acaso un café, un cigarro
Unos muslos blancos
Que revolotean en esta cama de madera
En la casa de madera en el siglo de madera
Y escuchando canciones ya sin asaltos
Sin marchas de hambre
En ninguna Perra plaza
Bulnes calle pequeña
No el Paseo militar
No detrás de ninguna llama
Un monolito en el frente de la pequeña calle
Un monolito para tropezar la historia
Un monolito que sacaron los de la basura
Qué combate no diste,
Qué computador soñado quedó sin retirar
De la casa comercial
Que sonrisa dejaste en el café,
En el cigarro
En esos muslos blancos
Revoloteando en la cama vieja de madera
Y como en la crónica robótica,
"Hoy la pregunta, luego el viento,
La hace un gesto
La hace un rol",
Qué es eso niños, qué es
Acaso toda respuesta
No es más que una relación
No tú hombrecito, ni mujercita sola
Peleándole a los equilibrios,
No una pequeña historia de familia
No una historia de tu sexualidad
Desperdigada y violenta
La pregunta la hace un rol,
Un rol,
Una relación
Social es Social y es Social
Por un fuego de ellos a tiempo
Un sol negro para los muchachos
Y mujeres orgásmicas de ayer.


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