Palabras

que estas palabras
descansen
en hojas blancas
en letra imprenta
negras
delirantes.
Y que sean leídas
por otros
imaginados y reales
ni siquiera deseo
yo leerlas.
Ni menos declamarlas
frente a un público
limitado o numeroso
sentado en taburetes
de plástico o madera.
Ni como se usa ahora
con micrófono y luces
y en una mesa larga
junto a otros
poetas de la corte
trovadores
o juglares.
No quiero que nadie
me escudriñe
respire mi jadeo
o vea mis ojos
húmedos
o escuche mi boca
temblorosa.
Yo sólo deseo
que estas palabras
descansen en una hoja
sin mi presencia
y en el pecho de otros
imaginados y reales.