A propósito del 11 de septiembre; Carlos Cerda y este Chile

Fesal Chain

En este 11 de septiembre, fecha que jamás olvidaré hasta mi muerte, quiero recordar no a los compañeros y amigos muertos, no el horror, sino que a Carlos Cerda, que a mi juicio es el escritor chileno al que hay remitirse inexorablemente en estos tiempos, en los cuales, parafraseando a un amigo muy cercano, pareciera que este país nuevamente cae en picada y sin frenos:

"Si hay algo de lo que estoy absolutamente convencido es de que hay una pérdida que es la peor de todas, la pérdida del sentido, porque es el comienzo del no ser, en definitiva, es la pérdida de todo. En `Sombras que caminan´ el protagonista es un actor que ha estado en un campo de concentración, donde fue tratado muy cruelmente, lo que incluso le provocó algo que en la novela no queda claro si es impotencia o esterilidad. Este hombre vive en el miedo, en la miseria, en la marginalidad, en la cesantía y en el alcoholismo. Pero ocurre que en cierta ocasión va en busca de un prestamista a esas oficinas en el centro de Santiago donde intencionalmente se han apagado las luces de los pasillos y en las puertas hay nombres como Inversiones Futuro o cosas de ese tipo, y se encuentra con un viejo compañero del campo de concentración. Gran abrazo, pero se va notando en el diálogo que hay un abismo enorme, porque mientras uno está pobre como las ratas el otro se ha hecho bastante rico... En un momento dado el prestamista le dice que no le puede prestar nada si no tiene cheques, pero que sí se acuerda del flaco Galessi. El capitán Gómez Galessi era el que estaba a cargo del campo de concentración y lo había torturado, y ahora tiene su oficina tres o cuatro puertas más allá. Entonces se informa de que con el paso de los años se han hecho muy amigos, se han hecho socios en el mundo de la usura y además se juntan a almorzar todos los viernes. Esa fue una experiencia que tuve muy cercana y siempre me hizo pensar. Por eso lo puse en la novela y por eso me importaba tanto el personaje cuando hace esta reflexión: cualquier cosa que me hagan es menos grave que robarle el sentido a mi pasado, yo perdí mi capacidad de tener hijos, perdí a mi mujer, perdí la confianza en mí mismo, perdí mi trabajo para siempre, pero todo eso hasta ahora para mí tenía un sentido, esté o no esté equivocado. Y dice también que al que ha estado en un campo de concentración, ese dolor, esa humillación, esa vergüenza y ese desencanto del género humano lo acompañan para siempre. Esta idea me parecía importantísima, que la pérdida del sentido de todo aquello, por doloroso que fuera, era peor incluso que ese dolor. En esa especie de `reconciliación´, que yo retrato un poco irónica en estas parrilladas de los viernes, se abrazan y se besan graciosamente de chunchules los que en un momento se consideraron adversarios con sentido y que ahora son compadres sin destino. Yo no quisiera que la reconciliación en este país, que es tan necesaria y tan urgente, se hiciera a ese precio. No nos pueden quitar el sentido de nuestro pasado; no nos pueden quitar el sentido de nuestra historia porque por algo la vivimos".

Entrevista por María Teresa Cárdenas
El Mercurio, 23 de diciembre de 2001
en suplemento Artes y Letras de El Mercurio.
Domingo 23 de diciembre de 2001







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