En la profundidad de mi estadía


Fesal Chain

A Carmen y a Miguel

Quién soy realmente. En la profundidad de mi estadía, miro un libro de hojas color oro envejecido por el aire que llena la casa. Ella me habla. Tomo su mirada a través de la ventana de un hospital de hace 36 años, donde el mismo hombre que alguna vez fijó sus pupilas de águila sobre mi infancia, le ha rasgado su sueño, le ha comido el vientre. Quien soy sino el que no soy. El que ha huido de su propia herencia. El que ha caminado en la dirección contraria a su habitante, a la bala que silba y divide la materia, al incendio de la casa, de los sillones, de las praderas y edificios. Soy el que no soy y pago a cada paso el precio de la huida de mi mismo. Mis manos sujetan un cigarro, humo azul y ácido en torbellino. El café de la mañana con el comerciante de la esquina, es el aviso de mi costumbre y mi rutina. El cielo jaspeado de negro, la humedad de las calles, los perros vagos olisqueando la basura son los lugares comunes del hombre cotidiano. Vuelve la llamada de la selva en aquel libro, pero es una llamada/llamarada tenue, que se esconde, un fragor de la sangre que ya no despierta musculatura alguna. Me levanto de la silla caoba, enciendo el viejo fogón y observo por la ventana de la casa de viento, la triste fiesta de la primavera de 1974 en Providencia, los carros alegóricos de la juventud reaccionaria y los ojos de la mujer hacia el cielo de Pudahuel, esperando la llegada del último vuelo.

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