Una tarde de conversación con Roberto Thieme

Fesal Chain



Fesal Chain

A Eugenio Lira Massi, in memoriam.

Hace muchos años quise hacer un libro, algo así como "Conversaciones con Chile", y elegir a algunos hombres y mujeres que hubiesen sido parte de la historia política del país. Jamás concreté el proyecto, aunque nunca es tarde. Creo firmemente que más allá de la farándula política, es muy importante ir escudriñando lo que algunos denominamos el pensamiento social chileno y desde todos los ángulos posibles, no meramente desde el propio, o de lo que se ha constituido como lo políticamente correcto. Pero en fin, este párrafo acaso pueda llegar a constituir el prólogo de ese libro no escrito aún, o de otro proyecto en mente. Ya veremos.

En la época de las nuevas tecnologías uno se pone de acuerdo por email o por facebook, así es la cosa ahora, de esta manera con Roberto Thieme habíamos comenzado un diálogo hace muchos meses a propósito de un artículo mío sobre la Izquierda Nacional y de mi lectura del Libro de Manuel Salazar "Roberto Thieme, El Rebelde De Patria Y Libertad". Y llegó el momento de romper con la virtualidad. Nos pusimos de acuerdo para almorzar en mi casa.

Yo estaba atendiendo el Kiosco de Revistas, Libros y Diarios cuando veo al frente a Roberto. Nos saludamos como si nos hubiésemos conocido siempre. Lo digo porque a veces pasa todo lo contrario, uno se encuentra con alguien y automáticamente se establece una barrera, producto de los prejuicios, de un actitud inicial, o qué se yo, de que inmediatamente te das cuenta que con el personaje no tienes nada que ver. Caminamos desde el Kiosco a la casa y Thieme se detuvo frente a otra casa viejísima en venta: Mi pasión, me dijo. Yo le comenté cómo había llegado junto a Graciela a Valparaíso (arriba de un camión en una noche de temporal) y que justamente este era el barrio donde había vivido mi abuelo.

Entramos. Nos fuimos derecho al comedor, donde por la delicadeza y buena mano de Graciela mi mujer, nos esperaba a los tres una Cazuela de Ave, pan amasado, ají y ensaladas. Roberto nos trajo un buen vino. Durante los días de preparación del encuentro Roberto estuvo en contacto conmigo en espera del almuerzo, y yo lo sentí alegremente ansioso. Yo también lo estaba. Y esto va más allá de lo propiamente político o literario, era extrañamente como un encuentro que veníamos preparando desde hace décadas. Sin caer en falsa humildad, yo siempre me he considerado un poeta, un escritor con algo de suerte, que deambula por las redes sociales y desde allí ha tenido cierta notoriedad, pero nada más. Así que recibir a alguien que ha sido parte de la política chilena y en momentos tan críticos como lo fue la década del 60' y la del 70' era un cierto acontecimiento para mí.

Comenzamos a almorzar y le cuento mi percepción casi literaria de él desde mi niñez, yo vivía en Temuco y gran parte de la semana con mi padrino y mi madrina que eran personas de derecha y opositores a Allende, y la otra parte con mi padre y mi madre, sino militantes, abiertamente Allendistas. Le conté que una tarde (yo leía desde muy pequeño) mi tío muestra la noticia de la desaparición de la avioneta de Roberto Thieme, Secretario General del movimiento Patria y Libertad y yo en ese preciso instante observo como uno de sus hijos se sentaba en la mesa del comedor acongojado por la pérdida. Yo eso lo vi con los ojos de un niño de 7 años. Y lo que observé fueron emociones genuinas, es decir un grupo humano triste, desalentado.

A estas alturas de la reunión, yo ciertamente sabía que el almuerzo era una vuelta de mano con mi historia. Pues esa tarde de 1972 siempre quise conocer al hombre que sobrevolaba míticamente para algunos, los cielos del Sur en una avioneta liviana. No era un político tradicional. Y bueno he aquí que ese hombre como si la voluntad preconsciente fuese de una fuerza enorme, estaba sentado en mi mesa.

Roberto quería hablar de política y cuestiones relativas a sus memorias y lo hicimos, pero también entré en su privacidad, por supuesto la que él permitió. No fue una entrevista periodística, fue un compartir en mi casa, así que no me siento con el derecho a traspasar ningún límite respecto a la conversación misma. Sin embargo puedo y debo hacer un perfil de un hombre a todas luces seductor e inteligente. Así que cual Lira Massi lo intentaré 40 años después.

Thieme es un niño, pero no en el sentido descalificador que tantas veces se usa el término en Chile. No. Es un niño en sus modos totalmente antipolíticos. Thieme no es un político en absoluto. Todos sus gestos, palabras, su risa, carecen completamente de estrategia. No es una máscara estrategizando al decir de Foucalt, es decir que no se cuida como lo haría un diplomático, un diputado o un senador, incluso como cuidan descuidadamente su imagen los escritores o poetas. Yo, en mi transparencia y nula afectación fui mucho más político que él, y eso es harto decir, pues también carezco de ese atributo que tienen los que buscan el poder a todo trance.

En realidad Thieme es un artista, y puede ser que no lo sepa a cabalidad, emocional, un caballo de fuego que mira de frente, a los ojos, y que puede decir las barbaridades más grandes o las verdades más descarnadas, pero de sí. Llegó un momento de la velada en que yo me veía al espejo. Dos caballos que por ningún motivo quisieran trotar alineados tras un guaripola. Ambos hablando desde cierto encierro también, pero vamos a él.

Se hace a sí mismo un juicio durísimo especialmente de las consecuencias de su actuar en la Unidad Popular y de su lucha contra Allende, como si buscara un interlocutor que entendiera en profundidad sus motivaciones más íntimas. Me habla desde una cierta ingenuidad (que tampoco es una descalificación, ¿se han fijado que todo valor humano en Chile es una descalificación?) de las inmerecidas y terribles, reitero, consecuencias del golpe, de los atentados a los derechos humanos, de la organización criminal del pinochetismo, me lo dice con una tensión inusitada, como con ganas de partir la mesa con el puño, con una indignación controlada en el contexto de un diálogo ameno y privado.

También se ríe y celebra la comida como si fuese un verdadero manjar de los dioses y toma el nescafé como si fuese el mejor exprés italiano de todos los tiempos. Fuma los Philips Morris rojos como si fuesen puros cubanos. Nos parecemos en eso, somos sibaritas, gozadores, aunque al frente tengamos un pan con margarina. Probablemente por ello estamos sentados a la misma mesa y divirtiéndonos de verdad.

Respecto de lo político y ya lo escribió Manuel Salazar, Thieme ha dado un giro copernicano en sus concepciones y él sabe que no le cree nadie o poca gente. Y que muchos y muchas recelan de su honestidad y de su autocrítica. Pero no es el motivo de este breve artículo explicar aquello ni tampoco ponerlo en tensión, aunque ciertamente lo considero un deber futuro: entrar en los intersticios de un hombre que usó la violencia política contra Allende, contra el Presidente que durante tantos años ha significado para mí un derrotero, un camino ético a seguir. Pero estoy seguro que ya habrá otra oportunidad para hacerlo. Lo de hoy es un boceto de Roberto Thieme como persona, como ser humano.

Terminó el almuerzo, y me dio la sensación de que Roberto Thieme es un alegre desesperado, vividor desde lo más mínimamente cotidiano, feliz de tener la oportunidad de seguir deambulando el mundo; solitario como sólo lo puede ser una pintor o un mueblista que vive con sus perros, y desesperado en el sentido de que busca ser comprendido desde su ser y no meramente desde sus acciones del pasado (en cualquier caso, tal como me lo dijo, alguien que duerme tranquilo pero que a la vez está dispuesto abiertamente a ser juzgado por sus coetáneos). De su vida privada habla y bastante, y también se ríe a carcajadas, pues en realidad se ríe de sí mismo todo el tiempo.

Subimos caminando al paradero de la micro, Thieme lo pasó bien en el almuerzo, se relajó, se sintió en su casa y a decir verdad convirtió la reunión en una especie de elegante fiesta inaugural, aún cuando fue un sencillo almuerzo junto al poeta y su mujer.

Recordando a Lira Massi nuevamente y parafraseando su notable perfil del Marqués Bulnes, puedo decir que no me gusta Roberto Thieme por lo que representó para miles y miles durante la Unidad Popular, pero me gusta Thieme como un hombre que es honesto consigo mismo, con el reconocimiento que hace de sus errores y también de sus aciertos, el gran porfiado, con su absolutamente incomprendido ideario, ese gallo sí.

Se subió a la micro, mientras los vecinos y vecinas también deambulaban por el barrio sin ni siquiera saber quien era este personaje de 70 años que parece tener 50, una vecina me dice al oído: "oye qué guapo tu amigo, ¿quién es?". Yo me río, como lo hice gran parte de la tarde, y le digo, un mueblista, un pintor que vive en la costa, mientras veo partir la micro carreteando, llena de obreros y gente del puerto.

Entradas populares