Conversaciones apócrifas con Guillermo Cabrera Infante



Fesal Chain

apócrifo, fa.(Del lat. apocry̆phus, y este del gr. ἀπόκρυφος, oculto).1. adj. Fabuloso, supuesto o fingido.2. adj. Dicho de un libro atribuido a autor sagrado: Que no está, sin embargo, incluido en el canon de la Biblia. Real Academia Española © Todos los derechos reservados.
* Texto basado en una Entrevista a Guillermo Cabrera Infante en el programa A Fondo de TVE


Cumplía yo mis quince años o probablemente trece, cuando un una librería argentina, me encontré con un libro de portada muy llamativa, tres músicos negros a tal vez mulatos, uno casi imperceptible, otro en primer plano tocando la guitarra y más atrás uno tocando la trompeta. Me llamó la atención, simplemente porque a esa edad yo soñaba con ser trompetista, como Armstrong y sentarme en el marco de una ventana enorme apoyando mi espalda con desdén y tocando lastimosamente un solo del instrumento, como quien se queja de una existencia triste y desamparada. Así que compré el libro. Su autor, Guillermo Cabrera Infante. La primera página del prólogo era sencillamente mágica. Decía: "Showtime! Señoras y Señores. Ladies and gentlemen. Muy Buenas Noches, damas y caballeros, tengan todos ustedes. Good evening ladies & gentlemen. Tropicana, el cabaret MAS fabuloso del mundo..."Tropicana", the most fabulous night-club in the WORLD...presenta...presents...su nuevo espectáculo...its new show...en el que artistas de fama continental...where performers of continental fame...se encargarán de transportarlos a ustedes al mundo maravilloso...They will take you all to the wonderfull world..." Y así seguía todo el prólogo, intercalando con fanfarria la presentación del Club Tropicana en castellano e inglés.

Fue suficiente para verme envuelto en un lenguaje que me atrapó año tras año, un libro interminable como el Ulises de Joyce, al que evidentemente no me referiré en detalle. Las nuevas tecnologías me permitieron comenzar a ver y escuchar las entrevistas al autor. Hay una en especial, de España, del Programa A Fondo, donde también fueron entrevistados Borges y Rulfo por nombrar algunos, que también sencillamente, al igual que esa primera página del prólogo, me cautivó una vez más. Tanto que imaginé que ese Cabrera Infante aún joven me hablaba directamente al inconsciente, escudriñando mi esceptismo que llegará a ser estoicismo, guiñándome el ojo sobre lo que yo denominaría más tarde una predestinación consciente. O como dicen algunos esotéricos, una predestinación aceptada, dada nuestra propia naturaleza, una especie de conversión paradójica del concepto griego.

Cabrera Infante: "...tengo un recuerdo muy preciso de los avatares a que condujo esta inclinación política, de haberme despertado un día, cuando yo tenía siete años, en 1936 y ver pasar corriendo a mi madre hacia el fondo de la casa, perseguida detrás por mi hermano y después por esos dos guardias rurales, que era la policía rural de Cuba, que entraban con armas en la mano, persiguiendo a mi madre hacia dentro de la casa. Resultaba que ellos, es decir mis padres, eran encargados de la propaganda comunista en el pueblo y estaban vigilados, entonces esta mañana cogieron presa a mi madre, mi padre no estaba en la casa, se presentó más tarde a las autoridades y los dos fueron llevados a la capital de la provincia, Santiago de Cuba, que queda como a unos 500 kilómetros de Gibara, y aquí me tropecé yo con mi primera soledad, es decir que me quedé en manos de mis abuelos..."

Esa mañana del 11 de septiembre de 1973, desde el fondo de un pequeño pasillo, miré la ventana que daba directamente a la calle, corrí a encender la radio como todas las mañanas y sólo sentí un chirrido constante, mi hermana caminaba de vuelta a la casa de la mano de una vecina: Cristina, dicen en el jardín que hay golpe de estado. Recuerdo a mi padre inventando una antena gigante para ver imágenes por televisión y preguntándome si había algo, mientras yo miraba un edificio antiguo entre la humareda y las llamas y a mi madre llorar en el patio, mientras con mi hermana tratábamos en el tráfago incesante de angustias y comunicaciones imperfectas, de trepar a un balancín amarillo desgastado por la lluvia.

Cabrera Infante: "...Y un día, un profesor, que después con los años comprendí lo bueno que era, empezó a hablar de La Odisea, y comenzó a hablar del regreso de Ulises a Ítaca y de su perro Argos que lo recibió y momentos después de recibirlo murió. Y a mí me pareció tan interesante esa historia, que comencé a interesarme por la literatura inmediatamente, y me convertí en muy buen alumno de historia literaria. Pero no fue hasta el año 47, en que me encontré un texto de Miguel Ángel Asturias, El Señor Presidente, y se me ocurrió parodiarlo, haciendo un cuento, que utilizaba los mismos elementos de repetición y de utilización de ciertos sonidos y ciertas sílabas y ese cuento, para mi sorpresa, fue aceptado por la Revista Bohemia, que era la revista más popular de Cuba y así comenzó, lo que comenzó como una broma, se hizo serio hasta convertirse en una afición, después en una profesión y finalmente en una obsesión..."

Cuando llegamos a la capital, desde ese Temuco en que podía caminar solitario por las noches y dibujar con un palo en la tierra húmeda, lo que se me viniera en gana, me encontré con un colegio enorme, en el que me perdía, y que tenía colgando de unos troncos, unas bocinas en que salía una música estridente, muy lejos de los solos de trompeta de Armstrong o de los discos de orquestas de jazz de mi padre. Entonces muy niño, me encerraba en una de las salas que no sabía muy bien si correspondía a mi curso o a mis clases y me encontraba casi siempre, repetidamente con un hombre no tan joven que leía cuentos de animales. Los Cuentos de la Selva de Horacio Quiroga, sólo por aquel suceso que se asemejaba a un gran útero materno, yo deseaba volver al laberinto de bocinas y al tierral inmenso donde compañeros desconocidos usaban bolitas de vidrio y no de piedras, como en mi pueblo natal, hundido en la el recuerdo de un pasado que ya no volvería nunca más... Carlos, el viejo profesor, el hablador y las novelas policiales de Cornell Woolrich que yo leía desde los 7 años, fueron determinantes para que en vez de salir a jugar en esos primeros años de la vieja dictadura, comenzara a trazar pequeñas historias en una libretita blanca. Lo demás es conocido. De afición y encierro a obsesión como tú Guillermo, como demonios que no me dejan respirar ni establecer relaciones, las palabras me atacan y me rodean como una cárcel y la vez como un enorme globo aerostático que me hace recorrer el inmenso cielo de mi propia vida y de los otros.

Cabrera Infante: “...Me gustaba mucho la gente, sobretodo me gustaba mucho el pueblo cubano, es decir, esto aparece muy claro en mi primer libro, en mi primera novela, Tres Tristes Tigres, me gustaba su manera de hablar, su manera de aproximar a la vida con un cierto desparpajo, eso que se llama en Cuba el choteo, es decir burlarse de la realidad, en vez de aceptarla dramáticamente, aceptarla con una risa y a veces con una carcajada. Esto me pareció verdaderamente extraordinario y traté de captarlo en el libro. (...)"

A mi Guillermo también me gustaba la gente. Y sobretodo el pueblo de mi país, pero por aquello tan diametralmente opuesto a tu pueblo. Su melancolía, su tristeza, su opacidad, que esperaba callada el tiempo de la venganza y la justicia. Acaso el poder reconocer aquello, fuese la reminiscencia en mí, del profundo sur de los 70, donde todos andaban cabizbajos protegiéndose de la lluvia y del viento y arropados en largos ponchos negros, gruesos y pesados, que doblaban la espalda y escondían la pobreza. Pero mi pueblo en ese entonces escuchaba boleros, ahora no lo hace, aunque sobretodo música mexicana, pero también viejos boleros. Y la música de Cuba, en su ritmo y cadencia tienen una cierta melancolía profunda, que nos hermana. Pero no había choteo en mi país, sino silencio, como lo hacía el campesino frente al patrón, cuando no estaba de acuerdo, aguardando el tiempo fenomenal de la revuelta.

Pero tú dices "me gustaba", son las palabras de tu exilio y de lo que acontecería con los tuyos, según tus palabras casi idas. Yo lo digo porque mi pueblo amado ya no es el mismo. (Aunque quiero creer que "eso no está muerto, no me lo han matado, ni con la distancia...") Cambió la humildad y el silencio por bailes y canciones estridentes, como los bocinazos de los patios del colegio, cambió los ponchos por cadenas brillantes y las chombas por polerones blancos de dibujos fosforescentes. Cambió mi pueblo su humildad y su espera, por una violencia que no daña al dominante, su cazurrería por oportunismo y saqueo entre ellos mismos. Ya no me gusta la gente. Me escondo en la pieza a conversar contigo que estás muerto para otros y no salgo a caminar por las noches de caderas y de drogas.

Cabrera Infante: “Después de que dejó de existir Lunes de Revolución, yo tuve un cierto exilio oficial, porque fui nombrado agregado cultural en Bruselas, que era para Cuba como la otra cara de la Luna. (...) Y allí en Bruselas estuve tres años, entonces regresé a Cuba por la muerte de mi madre en 1965 y realmente me asombró el cambio tan grande que había dado La Habana. Es decir era una ciudad con una cierta tristeza, la gente aparecía como una suerte de zombies, es decir no había una vida exterior plena como la que yo había dejado antes de irme para Bruselas, y esto me hizo decidirme que yo no podía vivir más en Cuba. (...) Fue en 1968 cuando la muy importante revista Primera Plana vino a hacer una serie de entrevistas a escritores latinoamericanos que vivíamos en Europa, que yo expresé por primera vez mis contradicciones con respecto a la Cuba de Castro, es decir donde expresé por primera vez el encuentro que yo había tenido con esta Habana triste y desapacible y fui expulsado como consecuencia, de la UNEAC de la cual yo era todavía Vicepresidente y declarado traidor. Esto resultó bastante cómico, porque en realidad yo hacía rato que había decidido abandonar a Cuba, porque a mi me interesa más que nada la libertad."

Guillermo, acaso resulte difícil explicarle a quienes leerán este texto, que uno de los más grandes escritores de Cuba, sino el más importante del siglo XX junto al autor de Paradiso, Lezama Lima, haya sido empujado a abandonar la ciudad y al pueblo alegre que lo enamoró durante décadas. Fue más que la prohibición mentirosa de Lunes de Revolución, o de la defenestración como Ministro de Cultura de la misma Revolución a la que en sus brillantes comienzos diste todo tu apoyo, o del acallamiento de la mítica e inocua película PM. Fue más que eso, fue la tristeza en las calles, lo que llamaste desapacibilidad, una cierta actitud contenida y el silencio. Como el campesino chileno que callaba frente al patrón en su desacuerdo fundamental. O quizás hoy, igual que en mi patria amada, un pueblo que trastoca humildad y espera, por una violencia que no daña al dominante, sino a sus propios hermanos en asaltos.

Que gran pena, que gran pena Guillermo, pues si yo comencé a amar a Cuba fue en tu palabra, en tu interminable fiesta de los Tigres, en la manifestación infinita del desparpajo, de la alegría y de la burla. Y en la poesía de Martí y de Guillén, y en la canción ahora desesperanzada de Milanés en su ruego a la misma libertad que tu nombraste y al fin del exilio que tú sufriste y moriste, lejos tan lejos de esa Habana revolucionaria, que después de aquel fatídico año 1962, abandonó lo bullante y lo diverso y no fue más que una ciudad fantasma, que para ti sólo existió en tu palabra escrita, en tus sueños y en tu nostalgia.

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