La soledad confusa de la virtualidad, (como nuevo soporte de la literatura) y el libro.


Fesal Chain

O también, por qué no decirlo, sin matices, la maldita soledad confusa de la virtualidad. Probablemente habrá mucho escrito sobre esto. Sobre las características técnicas del lenguaje cibernético, su ausencia de tonos de voz y por tanto de emocionalidad o de intencionalidad. En fin.

Podemos comparar la página Web o el Blog especialmente dedicado a exponer trabajos y obras literarias, con el libro. Una cuestión esencial que los distingue, es que por una parte, el libro se fue conformando desde al menos las Novelas de Caballería en adelante, como un espacio prodigioso de creación de realidades, tanto para el autor como para el lector. El autor que ha escrito sobre todo novelas, sabe muy bien, más allá de preceptos o normas, que la única posibilidad de que el lector construya un nuevo espacio de realidad a través de la novela misma, es haber escrito vividamente la historia, el monólogo interior, los personajes y diálogos. Que la haya vivido como realidad anterior al lector y también a sí mismo, constituyéndose en una voz distinta a su biografía, una especie de meta personaje, en hablante (1).

En el caso de la página literaria en la Red Internet, hay un elemento que por mucho que uno trate de controlar siempre está presente. Es el famoso y no siempre feliz comentario del lector al autor, ya sea como alabanza o descalificación, como bellas palabras o como insultos. De una o de otra manera, cuando estos espacios virtuales no tienen espacio al comentario, son tomados por los lectores y colocados en otras páginas y lugares de la Web, que es una manera de comentario elogioso y así también otros lectores "más lejanos" terminan efectivamente escribiendo y dando opiniones sobre el autor, e interactuando en distintas y casi infinitas páginas. A propósito de las descalificaciones, al menos en Chile, se dan con bastante regularidad y de un modo violento, y acorde al espacio virtual, que da lugar al anonimato. Siempre éstas se leen como a mansalva, al estilo matón de barrio. Ahí se amalgama sin solución de continuidad, la naturaleza de la virtualidad con el carácter "choro" o matonesco, y cobarde del chileno.

Al margen pero para dar una idea de la “realidad virtual” en sí misma, hay cuestiones que no sirven emplazarlas en la red, por ejemplo la búsqueda de trabajo. Las innumerables Bolsas de Trabajo, más bien se han constituido en Bancos de Datos, generalmente no contestan las peticiones y uno termina aburriéndose de mandar enormes cantidades de curriculums. Pero la realidad de las Bolsas de trabajo ha sido emulada por distintas instituciones, agrupaciones y personas no virtuales. Así, si uno escribe a una editorial, es muy poco probable que exista una respuesta, y si la hay es altamente probable que sea robótica, al estilo "hemos recibido su correo, gracias".También hay muchísimas revistas literarias en la red que no contestan los llamados y lo más triste a veces, es que los propios mensajes a amigos y conocidos que tengan que ver con peticiones u ofertas, tampoco son contestados. O si son leídos y contestados, son con respuestas humorísticas, sarcásticas o medianamente fofas. Bueno, no se puede culpar a los amigos y conocidos que el lenguaje escrito a través de la red no tenga tonos ni emocionalidad interna. U obligar al compromiso a Editoriales y Revistas, al menos al compromiso de contestar. Así, un espacio que ha pretendido conformarse como una red social de intercomunicación efectiva y afectiva, muchas veces, y en la mayoría de los casos, se ha transformado en una especie de monólogo interior de quien se comunica a través de ella, o en un contar historias que le sirven a otros para reaccionar mas o menos primitivamente en relación a uno mismo, ya sea con una alegría inmediata y elogio, o con rabietas y desidia. También está la reacción tremendamente cercana, que es cercana en el tipo de palabras utilizadas pero bastante lejana a este uno mismo, por que simplemente no hay contacto físico, ni de ningún tipo.

Pero volviendo a la literatura, el libro, sigue manteniendo el mundo del creador como hablante, (lo que denominamos el hablante, es una especie de personaje que nace del texto y que trasciende al escritor, con un mensaje más o menos universal, un buen lector así lo entiende), y el mundo del lector como un espacio privado, y privativo de cada quien en su función, pero a la vez como un puente maravilloso, sin comentarios, sin falsas vinculaciones, sin chorezas ni matonaje, sin distribución en el libertinaje de la mera voluntad de alguien que toma un objeto y lo lanza al vacío. El libro puede ser regalado y siempre es visto como un obsequio fraterno. Uno puede etiquetar personas en un artículo o mandárselo por mail y siempre está la sospecha propia y del otro que es más bien una irrupción y si no, un ataque personal. Nunca es un regalo.

Podría dar muchos ejemplos de esto y aquello, sin embargo creo que la distinción está medianamente dada. Cuando leemos a Borges, García Márquez o alguna novela rosa, nos sentimos acompañados por todo el mundo de personajes, reflexiones y lugares allí presentes y por una voz que no es el autor. No se nos ocurre comentar el libro o rayarlo con alguna nota ofensiva, si no nos gusta lo dejamos. El autor a kilómetros de distancia o cerca de tu casa, sabe que quien lee un libro suyo, está siendo acompañado por una voz producida por él, pero que es en rigor una voz universal que lo trasciende. El autor propiamente tal, no tiene ni temor, ni incomodidad de recibir mensajes telepáticos o una pedrada en su ventana, a lo sumo se sentirá observado en la calle, recibirá algunas cartas o si es muy famoso, será detenido por personas para firmar algún ejemplar de su obra. (Allí las personas se darán cuenta que este caballero o dama nada tiene que ver con esa voz que los interpela).

En definitiva, la virtualidad en la literatura es una soledad disruptiva y amarga, mezcla de lectores fugaces, elogios y descalificaciones al autor. El libro, una soledad que no lo es, pues se llena con un vínculo preciado, el de crear mundos mutuos a partir de quien habla y de quien lee.

No puedo terminar este artículo sin reconocer que la literatura virtual tiene al menos grandes fortalezas. Que quien por distintos motivos no ha podido publicar, puede llegar con su voz a mucha gente y puede ser leído. Y también de que existe en el espacio virtual un tipo de lector, que es el mismo del libro, que lee el trabajo que el escritor realiza, con la misma delicadeza y respeto que si tomara un libro, no con la distancia de quien lee a un elegido o una deidad, sino con aquella que no confunde al autor con el hablante, y con la capacidad de saber que puede a partir de la lectura crear mundos, antiguos o nuevos, pero crearlos, más que estar pre/ocupado de contestar un supuesto llamado de un otro conocido. Si del total de lectores de mi trabajo en Internet, ese último tipo de lector existiese, tengo ya ganado un espacio en el hermoso oficio de escritor.


Pd: Sí el último tipo de lectores se siente interpelado por mí, por el autor, no se sientan obligados a elogios, no es un llamado al comentario, es un llamado de cierta voz, a la introspección.


(1) Una definición escolar de hablante pero que sirve para el objetivo de este artículo: El hablante, es el que transmite sus sentimientos y emociones, el que habla en el texto para expresar su mundo interior.

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