Antipoema para Parra



Fesal Chain

Apurado como ando siempre
apurado,
tomé el bus a Las Cruces
para asistir al funeral
de Parra,
el Presidente había dicho
por la tarde
que estaba muerto,
como muerto está De Rokha
como muerto está Huidobro
como muerto está mi padre,
y yo siempre
le creo al Presidente
sea de derecha,
de izquierda o de centro,
porque por algo salió elegido,
no cualquiera es Presidente
de la ilustre República de Chile,
llegué tarde
muy tarde
a la casa del poeta,
nadie salía a a recibirme
las luces estaban apagadas
negras las ventanas,
como las olas negras de ese mar
que ya no tan tranquilo nos baña,
entonces se me ocurrió
que ya lo habrían enterrado
que Nicanor
no quiso homenajes
ni velorios,
que andaba apurado
como yo ando apurado siempre,
y que quería reunirse
sin demora con la Violeta
o con su hermano Roberto
o con su madre,
también pensé que a lo mejor
lo estaban velando en otra parte
en la Municipalidad del Tabo
por ejemplo,
o que se lo habrían llevado
en un avión de la misma Presidencia
a Chillán o a San Fabián de Alico,
donde todo el pueblo lo estaría esperando
con lágrimas en los ojos
y las gargantas apretadas,
entonces tomé el bus a Chillán
viajé toda la noche
no pude dormir ni un solo instante,
pensando en la muerte del poeta,
en la soledad en que quedaríamos
nosotros individuos
simples mortales,
que con suerte
escribimos
algunas letras
en el puzzle del domingo,
que con suerte
leemos las Ultimas Noticias
o los especiales del Deporte
de la Tercera de la Hora.

Llegué a Chillán de madrugada
tomé un camión a San Fabián de Alico,
pero allá no pasaba nada,
no habían banderas a media asta
ni sonaban las campanas de la iglesia,
busque la casa natal de Nicanor
al parecer ya no existía,
pregunté si sabían la noticia
y nadie contestaba,
se parecía al pueblo de un tal Pedro Páramo,
todos eran fantasmagóricas siluetas.

Apurado como ando siempre
apurado,
tomé de vuelta
el bus a Las Cruces,
el sol alumbraba cada grano de arena,
me acosté a dormir un poco
y desperté con la figura del poeta
caminando por la orilla del mar
con un poncho y una chupalla
de colores,
no podía ser
si lo había dicho el Presidente
Nicanor Parra había muerto,
entonces dudé de mi existencia,
a lo mejor era yo el fallecido
y me encontraba en el cielo
de los creadores y hechiceros,
pellizqué mis brazos y mis piernas
comencé a jalarme los cabellos
y a gritar incoherencias,
llegaron los carabineros y los ratis
una muchedumbre histérica
rodeaba mi figura,
quisieron llevarme a la comisaría
por desorden público
y actos inmorales,
me resistí como pude
corrí por la arena
como un niño
hasta que el propio Nicanor
paró la batahola,
les dijo a todos
que me dejaran tranquilo
que yo era un hombre como cualquiera,
el individuo,
que quizás qué problemas tendría
que el se haría cargo
que me convidaría a tomar un té de toronjil
con rosquillas o galletas.

Cuando iba camino hacia la casa del poeta,
del antipoeta como le dicen los que saben,
me entró la duda
que quizás este tal Señor Piñera
ignorase por completo
que Parra estaba tan fresco y reluciente,
me entró la duda entonces,
que a lo mejor este tal Señor Piñera
andaba más perdido
que el Teniente Bello
o que eremita en una fiesta,
ya que lo que yo veía
sin oscuridades ni reflejos
sin borrascas ni desfiladeros,
era que Nicanor Parra
el mismísimo poeta
que yo amaba como a un padre,
estaba más vivo
que la cresta.

Entradas populares