La matanza


Un malentendido. Como cuando me casé con aquella mujer y nos fuimos a vivir a una casona de adobe que sus muros transpiraban un oxido con olor a sangre. Una mañana salí desnudo con un cuchillo a matar a la rubia que sonreía detrás del espejo. La asesiné y limpié el cuchillo en sus pantalones que luego colgué en un patio de naranjos. Entonces corrí a nuestra casa de adobe y subí las escaleras y cerré la puerta fuerte y desperté otro con aquel portazo y mi mujer despertó otra con aquel portazo y entonces un humo azul nos cubrió por completo y nos penetró por ambas bocas y nos llenó de angustia y de un amor cómplice. El mismo malentendido, de aquel filósofo francés que comenzó a estrangular a su almohada mientras dormía y resultó ser su mujer y salió corriendo dando alaridos por las calles de París.

Acirralliv tiene un volcán y un campanario y un tanto lejos pero cerca, muy cerca de mi mente, está la selva de Eñiquil. Era sólo una casa, y un solo camino, todo lo demás, campesinos pobres que compraban mate, azúcar y harina. Cerca, muy cerca, esta vez de verdad cerca, un aserradero, caídas de agua que se veían desde la ventana de la cocina y rugidos de monjas y entretechos llenos de trigo sucio y arañas. Y Carmach llevando a su niño a la matanza, campesinos como ovejas en un camión, campesinos como ovejas en el barro pastoso, campesinos como ovejas desangradas en el barro pastoso, verde moco, verde caca de guagua, rojo sangre de narices, rojo menstruación, rojo mucosas, rojo cuerpos desollados, rojo sorgo, rojos culiaos, corderos rojos, corderos verdes, Carmach y primogénito, rugidos de monjas y ríos y ríos de ñiachi por Eñiquil. Un malentendido... (1)



(1)Fragmento de la Novela El Módulo de Fesal Chain
(2) La fotografía corresponde al Acto de inauguración de la cruz tallada en madera como homenaje a los obreros agrícolas ejecutados de Liquiñe. Escena rural en la montaña en día de lluvia.

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