Nuestra vida juntos
Ya que no quieres que te hable,
escribiré como todas las tardes
como todas las noches
como todos los días
escribiré
este poema
que se arrastra
por la página
blanca
que son
palabras
palabras
tenues
como no soy
delicadas
como no lo soy
tranquilas
sin apuro
como nunca he vivido.
Un poema carta
un poema que quizás
se vaya por el caño
del lavatorio
o quede en tu retina
quizás
un poema pena
un poema
sin defensas
ni ficción.
Un poema que abre la boca
y muestra dientes
feroces dientes
y el hueco
del pecho
o una caricia
evaporada
en tu frente.
Nada preparado
nada estético
o corregido
ya no ordenaré
los elementos
y las reglas de
Lezama
de Valéry
o de cualquiera.
Este es un poema
como yo escribía
a los quince
acostado en mi soledad
mientras
la noche afuera
explotaba
y nos regalaba
ráfagas.
Las lágrimas no se pueden
escribir en su humedad
no se pueden dejar en el papel
mojadas tal cual corren
por la cara.
No se puede
plasmar el vacío
y el frío que vendrá,
Vinicius du Moraes trató
y le salió el horror
pero no el futuro
tiritando
en calle oscura.
Te vi hace algunos años
desde un afuera
desde la ventana
de un restaurant
pelo flotando
anchas caderas
y yo pobre y flaco
como un perro.
Me fui
sin embargo me fui
donde no tenía que ir.
El viento
y la lluvia
la soledad
sin templanza
me dieron duro,
el desamor
y las jugarretas
infantiles rutinarias,
y yo pidiendo a gritos
ternura y no
sábanas de motel,
viejos
campesinos
tan duros
como el pan
que debian ganar,
y una laguna
artificial.
De vuelta en
este Santiago
en el año más frio
del siglo
en el día más negro
del mes
yo andaba dando tumbos
desterrado,
y nunca te lleve las bolsas
cuando fuiste a comprar,
atravesamos el puente
el semi círculo
sobre el río
aquel peatonal,
y me quedé
esperando micro
mientras entrabas
a un edificio
agazapado
en la modernidad.
Luego
encuentros fugaces
en el restaurant
mis hijos
mi ansiedad
mi miedo
mi ternura
tu boca
en el tango,
con Syd Barret
y una copa
sobre la mesa de vidrio
en la noche de San Juan.
El puerto
cada fin de semana
nos recibía
con sus luces
colgando
de la bóveda del cielo
y una pieza
un fogón
nuevo
comprado a medias
para freir y vender
el sustento diario,
que más
se podía pedir
que más
se podía pedir
amor.
Canción desafinada
para no olvidar,
al puerto loco
envolviéndonos
en su mar.
Besos furtivos
y largos sueños
en la pieza con llamas
a ras de suelo
viajes veloces
subir y bajar cerros
para amar.
Y nuestras bocas
enredadas bajo la nieve
en la ciudad de noche
o conversando en un bar
bajo el cuadro de Allen
después del jazz.
Luego el barrio
la pieza del hermano
como préstamo
a los amantes
reedificados
volando
por la casa de la madre.
Y entonces
casi de milagro
nuestra casa
nuestros gatos
como hijos prometidos
nuestros esfuerzos
y las manos bailando
en la harina
y el cucharón de madera
flotando en el caldo,
nuestro sustento
nuestra
magnifica alianza
nuestra bella voluntad.
Y ahora amor
¿Qué quedará,
acaso tus correrías
como coneja por la casa
tu risa o tu ternura y suavidad
o mis palabras como balas
sobre las páginas blancas
como no había escrito
hace siglos,
o mis llamados a media noche
para que leas y releas
o tu cuerpo
tan nuevo
temblando
sobre mi cuerpo?
Ya sé
que no quieres que te hable
por eso escribí
como ninguna tarde
como ninguna noche
como no había escrito jamás.
Escribí
este poema
que se arrastra
por la página
blanca
y que no son
meras palabras,
ni una fría carta
sino
nuestra vida juntos
nuestra intensa vida juntos
amor
que ni tu ni yo
ni nadie en todo este mundo
lleno de demonios estridentes
podrá borrar.