Soy el hombre elefante



Bueno, malo, bueno, malo
qué le vamos a hacer, qué le vamos a hacer
aquí estoy
mordisqueándome las uñas de nuevo
maldita costumbre
mal hábito
cuando camino
con las bolsas de las compras
pesadas o livianas
bolsas de alimento cotidiano
pienso en los lectores
y en las lectoras
sólo ven mis palabras
mis ideas
mis sueños
mis supuestas develaciones
pero no ven mis horribles manos
mis dedos carcomidos
mi nerviosismo habitual
mis rabias
que son mis penas
mis penas
mis horripilantes penas
y estatutos
y yo no le echo la culpa a nadie
lo prometo
lo juro
no culpo a nadie realmente
pero es insoportable
la nueva renueva suciedad
si salgo a la calle
a los pubs
a los restaurantes
a los paseos peatonales
todo indica que no hay tiempo
el tiempo a los seres
en veloz carrera
individual
los corretea
los asusta
les saca la lengua
o qué se yo
que les hace
pero corren
te tiran sus automóviles
encima
pero no es de esto que quiero hablarles
no es tan sencillo
lo anterior es un lugar común
la velocidad de los seres
en los tiempos cortos
que corren, es un mero lugar común
no es de esto ni mucho menos
de lo que quiero hablarles
soy hoy el hombre elefante
soy feo
horripilo con mis manos
y mis nerviosidades
con mi ansiedad que galopa
el trasfondo de mi silueta
enervante
con mis penas de nuevo
mi pelo demasiado largo
para esta edad
en que se comienza a envejecer
en que se comienza a dar
saltos de dolor por la espalda maltrecha
o en que se pierde el deseo
de lo que quiero hablarles
es de la suciedad nueva
que se inaugura a cada momento
a cada instante del tiempo
torturadores sebosos
que recorren las entrañas
de la cultura oportunista
del borracho
con un solo libro
publicado
en alguna imprenta
de San Diego
y prologado
por su amigo borracho también
esta suciedad nueva
individual y de guerrilla
de valor de cambio
de la sobre vida insoportable
del obrero cesante
en un carrito de madera
del narco
con su automóvil
celeste
recorriendo estas calles
por la madrugada
en busca de la puta
hecha un muñón entre la pasta
pero tampoco de esto quiero hablarles
esto ya lo saben
y lo miran a cada momento
a cada instante
y si no lo ven
lo saben de igual manera
soy el hombre elefante
hecho un mendrugo de
músculos flácidos
y de nervios saltantes
tengo las manos destruidas
por mi propia boca
que se destruye a su vez
con el paso del tiempo
se caen los dientes
se sueltan
soy el hombre elefante
con una pena vieja
que se renueva
que se renueva
al verme encerrado
en la suciedad nueva
moderna
que me atrae
como un imán al metal
descompuesto y carcomido
soy el hombre elefante
gritando por la ventana de esta pieza
que soy un ser humano
que soy un ser humano
mientras el victorianismo
de todos los días
y el libre mercado
y la lucha por el valor de cambio
y el esbirro sudoroso
que te hacía saltar en la parrilla
se toman de las manos
de esas manos perfectas
de esas bellas y cuidadas manos
y bailan
hacen la ronda
la misma ronda
que Kundera describía
en su viejo libro viejo
y dan vueltas
y vueltas
y vueltas
y se elevan
y se elevan
tomados todos de las finas manos
recién manicureadas
cubiertas con cremas
y perfumes
se toman de esas manos
y se besan
se besan en los rojos
y carnosos labios
y se meten la lengua
a través de sus dientes de porcelana
y se acarician nuevamente esas lavadas
y cuidadas manos
que es lo único pulcro que les queda.

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