Hace 30 años

Fesal Chain

Hace 30 años miraba un montículo de tierra que anticipaba la entrada al pasaje de mi casa donde vivía con mis padres. La micro me había dejado un tanto lejos y tuve que caminar más de la cuenta. Entonces bajo el inclemente sol de noviembre y con un calor de padre y señor mío, me paré con los brazos en jarra y pensé: "Tengo 20 años, el tirano va a caer pronto gracias a nuestra lucha, mis amigos podrán hacer lo que quieran en un futuro que está a la vuelta de la esquina, yo podré escribir y publicar para ellos, la libertad ya viene como caballo desbocado". Entonces me volví a hablar en un monólogo interior: "Ya no debo vivir con mis padres, el mundo puede llegar a ser mío y es ancho y cercano como una de mis manos". A los pocos meses me fui de la casa, arrendé una pieza para compartir con el amor de mi vida. El tirano no cayó ese año ni el siguiente, la mujer que esperaba no llegó nunca, pero la vida con sus vaivenes, podredumbres y alegrías siguió golpeando mi pecho y mi corazón. Volví a la casa de mis padres, me puse a estudiar como un frenético y continué luchando contra el mismo dictador de mala muerte. Conocí otras mujeres y tuve nuevos amores, el mundo seguía siendo mío. Después las cosas no fueron tan épicas como yo las conformaba. El perro más bien se fue entre arreglines, pero tenía a mi hija y un trabajo, algunos amigos murieron en el camino de la tragedia de Chile y yo seguí y seguí escribiendo hasta hoy. El mundo no es mío, pero permanece enorme y cercano, y mis manos me sirven para poner palabras en la página en blanco. Sigo siendo de un modo u otro, como dijo un gran amigo, un niño sobreviviente y asombrado, 30 años más viejo, pero un niño de ojos bien abiertos, y aunque a veces no parezca, con un ancho corazón que palpita al viento.



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